Cecilia Torres :
Resulta incómodo, casi imposible delinear la propia identidad. Nunca es toda, apenas fragmentos, ya que siempre hay aspectos que una no sabe cómo definir, o si siquiera definir.... En un comienzo, atraída por el trabajo vital y lúdico con los grupos de niños y sus transformaciones me formé como Profesora de enseñanza Normal y Preescolar. Luego mi interés por el proceso creativo y lo corporal me orientaron a la formación artística-corporal en el Estudio de Patricia Stokoe y la Escuela Nacional de Danzas, adquiriendo el título de Profesora Nacional de Expresión Corporal.
Transité una exhaustiva formación en Eutonía y luego en en el método Yyengar de Yoga.
Viajé a Cuba a exponer mis trabajos en Congresos Latinoamericanos de Educación y de Enseñanza Artística.
En el ínterin, sentí la necesidad de encontrar nuevas respuestas, sentidos y conexiones entre lo corporal, lo consciente y lo inconsciente y estudié en la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
Investigué sobre lo teatral y el trabajo psicodramático con las máscaras y realicé mi formación en Psicodrama en el Instituto de la Máscara y en el Seminario para Graduados en Grupos, Creatividad , Psicodrama y Máscaras, ejerciendo luego como Profesora Adjunta en el Curso de Formación en Psicodrama en esta institución que dirigen Mario Buchbinder y Elina Matoso. Complementé mi formación en el Posgrado de Producción Socio-histórica de la Subjetividad en la UBA con las enseñanzas de Ana María Fernández, Aída Loya y Graciela Piperno.
Presenté en diversas universidades e instituciones del Brasil el producto de mis experiencias.
Últimamente, culminé la licenciatura en Composición en Artes del Movimiento, con mención en Expresión Corporal en el Instituto Universitario Nacional de Arte.
Mi interés por la articulación entre el arte, la salud y la educación me ha llevado a establecer nexos entre mi quehacer y el Arteterapia y a elaborar algunas líneas de conexión con la filosofía de Gilles Deleuze plasmadas en algunas ponencias y artículos.
Actualmente, implemento en la clínica con pacientes jóvenes, adultos y adultos mayores algunas de estas herramientas junto con la de la palabra.
Participo de un grupo de danza surgido en la fábrica recuperada “Grissinópoli” y de un grupo de creatividad donde escribir y animar historias desde la multiplicidad. Hago diversos trabajos en el área docente universitaria.
Sin embargo, continúan quedando espacios en blanco, de vacío y /o de dudas que me incitan a seguir pregutándome por lo que aún no sé cómo pensar...
Marina Kohan:
Después de varios años coordinando grupos de niños en el ámbito de la Recreación Educativa, decidí profundizar la práctica estudiando en el Instituto Nacional de Tiempo Libre y Recreación (GCBA).
Paralelamente me formé como Actriz, Profesora de Teatro y en diferentes áreas del Trabajo Corporal con distintos maestros (Danza Contemporánea, Clásica, Entrenamiento Corporal para Actores y Bailarines, Improvisación, Hatha, Ashtanga y Kundalini Yoga).
Al sentir la inquietud de profundizar en el área terapéutica del trabajo dramático y corporal con grupos, comencé la Licenciatura en Psicología en la UBA, y realicé distintos talleres, cursos y seminarios relacionados con la integración “mente, cuerpo, espíritu” desde la perspectiva de la Psicología Humanista (gestalt, bioenergética, movimiento auténtico, meditación, visualizaciones, constelaciones familiares, temazcales).
Atraída por ésta corriente viajé a formarme en diferentes cursos relacionados a lo terapéutico, lo grupal, lo corporal y lo transpersonal en Esalen Institute, California y realicé seminarios relacionados en París y Basilea.
Actualmente continúo mi formación practicando y realizando seminarios en diferentes disciplinas arte-corpo-terapéuticas: Soul Motion, Kum Nié Yoga, 5 ritmos, constelaciones familiares.
Me desempeño coordinando grupos, dando clases y capacitaciones en los ámbitos del Juego, la Creatividad, el Teatro y el Trabajo Corporal.
Sigo mi búsqueda tratando de habitar el vacío, de transitar lo múltiple y lo incierto, dar lugar a las preguntas y así seguir construyendo.
DEVENIRES DE LYCOPODIUM:
Durante 2007, propusimos un ciclo de trabajo con los mandatos y los deseos, donde explorar los propios estereotipos.
Cecilia cuenta:
Apostamos al pasaje del estar tomados, a tomar la palabra[1] a partir del cuerpo.
Concebimos al cliché/ estereotipo/ fijación como una línea de segmentariedad dura, como un dique, un leit motif, un ritornello, una máscara, una disyunción protectora, metáfora apaciguadora de lo real, al decir de Pichon, que produce un detenimiento en el fluir de conexiones con el otro y en la expansión de las propias potencias. Elección excluyente de un único rostro divorciado del murmullo de personajes que habitan la subjetividad. Ruptura de la polifonía. Salvavidas de plomo. Calco de tarjeta de presentación en letras daguerrotipiadas. Petrificada marioneta de madera. Traje de buceo, fuera del agua. Patio quieto. Estribillo hueco. Hebilla de acero prensada. Cárcel de una intensidad. Lugar común sostenido por la certidumbre de una novela familiar erigida en verdad inmutable. Peñasco en la exploración de caminos conflictivos inherentes al infortunado transitar cotidiano. “Estereotipo” como condena al surgimiento de lo incomprensible que desprograma arrumbados cassettes reeditados…. como citoplasma paradojal que protege, aísla, pero también anestesia.
A lo largo del trabajo vivencial con el grupo, me pregunto cómo abrir espacios, grietas, brechas a lo aprisionado que se instala en las miradas, las actitudes, los discursos, los cuerpos de los participantes, y que es percibido y presentado como lo que organiza, ordena, conserva, asegura, impermeabiliza. Hago uso de la herramienta privilegiada del juego entre los cuerpos como movilizador de energías, promotor de lazos, vía de acceso a lo por venir, disponibilidad al misterio.
Intento pensar en “estares” más que en esencias o estructuras, en mecanismos de funcionamiento (por lo tanto, posibles de ser transformados), más que en nosografías psicopatológicas. No porque el diagnóstico diferencial no sea una herramienta contemplable (mientras no se lo expropie al sujeto de su singularidad), sino porque entiendo que esta otra perspectiva me facilita una mirada liviana y molecular hacia el singular abanico de formas de componer que cada quien construye con su cuerpo, su decir, y los cuerpos y decires de los otros. También, porque me predispone a una actitud porosa respecto de las pequeñas transformaciones que se van produciendo en la vibratilidad de las sensaciones, las texturas y entramados de textos que surgen en el devenir grupal.
La propuesta de trabajo me lleva a plantearme los caminos posibles a recorrer para que algo de “lo extraño” tenga cabida, para que algo de lo conocido se vuelva inquietante, y para que se produzca algún temblor en los cimientos de construcciones y modos de funcionamiento que se presentan como inconmovibles a lo incierto, a la novedad, a lo insospechado, al vacío.
Pero ante la seguridad revisitada de lo conocido ¿cómo escuchar el habla silenciosa que subyace ahí, sostener la demora, poner (o no) límites, persuadirse de que más allá de la intensidad repetitiva de esos personajes es/será posible inventar otros, insisitiendo en la creación de oportunidades para que algo nuevo se insinúe, resuene, fugue, quiebre… abra…?
Entiendo a la repetición de calidades – tonos - energías y personajes psicodramáticos en una doble vertiente: por un lado, como condensación de un estilo, punto de anclaje de lo identitario. Por el otro, al fomentar que fluyan las visitas y re-visitas a eso conocido y explorar sus vericuetos, como ocasiones privilegiadas para la aparición de diferencias de intensidades, sensaciones, vibraciones…y a poder trabajar desde ahí. Entonces, frente a lo sabido, a lo seguro y a lo “cómodo”, mi trabajo consistirá en descubrir, escudriñar la diferencia e intensificarla, alojarla, que se torne visible a los ojos y sensaciones del que padece la captura, estimulando a que crezca y se expanda, hasta que se erija como “palabra encarnada”.
Para estar en grupo se impone el trabajo de soportar lo otro, detenerse, esperar, ver, desasir, soltar, aceptar, escuchar, metabolizar consignas. La participación e implicación es libre, voluntaria. A veces algo de eso se logra, otras, queda en un mero anhelo. Mientras el murmullo de personajes diversos de algunos va elevando el tono de voz, en otros aparecen cortes, idas y vueltas, aproximaciones y distancias, tanteos, impasses, deserciones. Parecen parte ineludible del paisaje.
En un participante, Juan, aparece un cliché: transgredir las pautas dadas por la coordinación durante el trabajo. Al finalizar una escena, manifiesta vivenciar las consignas del trabajo y del juego como órdenes absolutas.
En una propuesta plástica, Juan dibuja una especie de trono con una pregunta “¿vacante o no?”.Parece permanentemente instalado en una lógica de rivalidad con la coordinación, más que en encontrar cierta concordancia en el trabajo y con sus pares.
Su cuerpo se manifiesta con dificultades para compartir un código común con los compañeros, sosteniendo mecanismos conocidos, en la certidumbre de jugar invariablemente los mismos personajes míticos y generando un efecto de “descomponer” lo posible de componer con otros. Con un humor frecuentemente ácido y cruel, crea grotescos personajes que traslucen descarnadamente lo soez, lo que pueda generar rechazo en derredor, lo que se burla de “la normalidad”. Un cuerpo adulto macizo que busca casi inmolarse, que se sobreexige en cada propuesta, que no registra con claridad situaciones de riesgo para sí en el espacio, o con el cuerpo del otro. Cuerpo desbordado de ansiedad que violenta códigos, y que produce derrames de perplejidad entre sus compañeros. Lo bizarro y lo discordante en cada encuentro.
En los momentos de poner palabra, no manifiesta registrar el maltrato que se ocasiona, los riesgos a los que se expone. ¿Puro goce?
¿Qué oculta esa repetición? ¿Qué busca evitar? ¿Tal vez, huir de vérselas con un acto real que lo implique en su nombre?
¿Qué reacción en el grupo ante las manifestaciones de Juan? En un primer momento, sorpresa, deslumbramiento y hasta cierta velada complicidad…
¿Hasta dónde ceder? ¿Hasta cuándo esperar alguna reacción de los pares que cambie ese juego repetido ad infinitum?
Trabajo con el límite como posibilitador de nuevos personajes, con el contrapersonaje.
Juan no confía, no cede, no deja de asumir el personaje del “jorobado de Nôtre Dame” como su carta de presentación y/o el de enfant terrible” como punto de anclaje en su implicación.
Desafío a la tolerancia de la coordinación: ¿hasta cuándo soportar la hegemonía de personajes que ocupan el primer plano del escenario de su transitar por la vida, y que, sin saberlo, boicotean toda otra composición posible con sus pares?
“El acontecimiento llega sobre piel de paloma”, dice Deleuze.
En un encuentro, como una provocación, una insinuación a desafinar, propongo una experiencia sensorial y perceptiva con perfumes/ aromas de elementos familiares y no familiares, sin intervención del sentido de la vista.
Inesperadamente, en ese tiempo de demora, algo ocurre :una mirada perpleja, un estremecimiento, una conmoción imperceptible, un respiro, una pausa , un titubeo que ralenta y deja entrever una hendidura en el recorrido idéntico a sí mismo… … un tajo en el telón de fondo de escenas calcadas (esas, las que imponen el deber de tener que actuar desde una identidad-personaje cierta, a tener que re- presentar-se )… … … Entonces la mueca remanida deja traslucir un hueco, un gemido (¿un dolor?) recóndito y ancestral.
En Juan, un olor asocia con una escena, una situación vivida en un momento pasado, que se reactualiza. Intento tomar ese fugaz momento, atisbo de diferencia, “espesurarlo”[2], darle voz, letra y corporalidad a esa sensación que condensa historia, para generar la expansión de sus resonancias hacia nuevas direcciones.
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Aquí no existe intervención interpretante alguna, sólo el tiempo posterior de mediatizar con la palabra el registro de esa novedad…
Busco componer una argamasa que abra canales para transitar eso (¿olvidado?) que logró sustraerse de un “tiempo pulsado”[3], para que deforme, reforme, se entremezcle, posibilitando el alojamiento de lo indecible, lo intempestivo, lo vibrátil, y apostar a su resignificación.
Juan, que hasta ahí se había manifestado hermético respecto de relatar algo de su vida, cuenta:”de la raíz para arriba quedé a cargo de todo. Mi deber es cobijar a todo el mundo” (…). “A veces me canso de este histrionismo que me impongo, y de estos personajes”.
Luego de ocho meses, adviene el cierre de la propuesta.
En un encuentro se propone que para la siguiente semana, cada compañera/o haga una devolución personal del tránsito que hizo por el grupo y de las repeticiones, mandatos, estereotipos que percibió en sí mismo y en el otro, de los personajes en los que cree quedó enchalecado y de si registró o no algún cambio.
En esa situación este grupo asume un protagonismo singular: al traer cada uno sus propias elaboraciones por escrito, es puesto en acto un código compartido construido a lo largo del proceso. Cada cual “toma la palabra” en nombre propio. Cae el lugar oracular de verdades producidas, monopolizadas por la coordinación. Aparecen puntos de contacto logrados entre los miembros respecto del registro de ciertos estereotipos (en cada uno - en el conjunto). El grupo y Juan se entrenan en un posicionamiento subjetivo que se abre a recibir desde un intercambio horizontal y que implica rememorar, poder decir más allá del (pre) juicio, escuchar, procesar, elaborar. Se explicitan sensaciones, percepciones, impresiones. Caen algunos velos. Se resignifican otros. Se va construyendo saber compartido. Se abren modalidades de encuentro. Se vislumbran nuevos horizontes. Que prometen otros desvelos...
El trabajo con este grupo y particularmente con Juan, buscó, no sin balbuceos y errancias, alojar lo disímil y transformar la actitud de expulsión del vacío e incertidumbre, en recepción hospitalaria de lo que aún no tenía palabra.
Desvíos y susurros que latían en los pliegues, y en que la potencia vital y deseo apresados en discursos y personajes míticos [4]contó con un territorio posible donde titubear, soltar, emerger, desplegar, intensificar, afectar. Que derivó en alboroto, apertura a la revuelta y una oportunidad:
la de di-sentir y re- pensar- nos.
Cecilia Torres.
Marzo 2008
[1] Tomamos de Marcelo Percia (2004) esta construcción.
[2] Percia, Marcelo: “Clínica del crack up, ficciones psicoanalíticas”, Lugar Editorial, Bs. As., 2001
[3] Deleuze, Gilles: “Derrames entre el capitalismo y la esquizofrenia” Edit. Cactus, Bs. As., 2005.
[4] Zambrini, Adriana: “El deseo nómade”, Lugar Editorial, Bs. As. ,2000.